sábado, 23 de abril de 2016

23 de Abril dia internacional del libro



Felicidades a todos en el dia internacional de libro, excelente dia para leer, obsequiar e inspirar a nuestros amigos, hijos y familia a que lean un libro

miércoles, 9 de diciembre de 2015

La Derrota del Chavismo en las elecciones parlamentarias del 6 de Diciembre 2015 en Venezuela



La Derrota del Chavismo en las elecciones parlamentarias del 6 de Diciembre 2015

En las recien pasadas elecciones la oposicion le dio una paliza al partido oficialista, fue una victoria aplastante logrando 109 diputados para el parlamento.   El mensaje de estas elecciones es que el pueblo es el que ha manifestado su deseo y no hay que segjir con los ojos vendados como lo quiere presentar el presidente Maduro que perdieron porque los gringos fueron los que los boicotearon, pero eso no es asi, el pueblo no se equivoca y si le dan la oportunidad de manifestarse va a decir la verdad.  No como las elecciones fraudulentas que se dan en Nicaragua ultimamente.


miércoles, 24 de junio de 2015

Isabel Allende



UN MUNDO APARTE de Gustaw Herling-Grudziński


«Rusia ha visto muchas cosas en mil años de historia. La única cosa que Rusia no ha visto en mil años es la libertad». Vasili Grossman.
La elección del título por Herling-Grudziński es en sí misma una circunstancia significativa. Un mundo aparte. Esta frase proviene de la caracterización preliminar que Dostoievski hace, a partir de su experiencia como recluso, del presidio siberiano de Omsk en sus Memorias de la casa muerta. «Aquí había un mundo aparte, que no tenía semejanza con nada; aquí había leyes especiales, con su indumentaria, su moral y sus costumbres propias, y una Casa Muerta en vida, una vida como en ningún otro lugar, y gente especial. Este rincón es el que me propongo describir». Apenas iniciada la narración, así es como presenta Dostoievski el asunto de su celebrado libro, de inspiración autobiográfica y emblemático de toda una subcultura: la literatura carcelaria, devenida una especie de tradición rusa desde que el cismático y perseguido eclesiástico Avvakum publicara en el siglo XVII su Vida del arcipreste Avvakum. El polaco Gustaw Herling-Grudziński, caído prisionero del NKVD en 1940 y confinado como tantos de sus compatriotas en el Gulag, cuando la alianza germano-soviética, pudo leer el libro de Dostoievski durante su reclusión, revelándosele lo poco que había cambiado el trasfondo plurisecular de la historia rusa simbolizado por el sistema penitenciario; un trasfondo que Vasili Grossman sintetizó en la contundente sentencia de su libro Todo fluye -«La única cosa que Rusia no ha visto en mil años es la libertad»-, y que el estalinismo extremó hasta el delirio. Para Herling-Grudziński fue una ocasión tan decidora como terrible leer la sobrecogedora descripción dostoievskiana del infierno carcelario mientras padecía, él mismo, las penas del infierno, el infierno helado de la región de Arkhangelsk (Rusia septentrional). Decidido a plasmar por escrito su experiencia como superviviente del sistema concentracionario soviético, el polaco tuvo en Memorias de la casa muerta una suprema fuente de inspiración literaria. 

Gustaw Herling-Grudziński (1919-2000) estudiaba Literatura en la Universidad de Varsovia cuando sobrevino la debacle polaca de 1939. Enrolado en la resistencia, fue capturado en 1940 por el NKVD, sufriendo a continuación cerca de dos años de confinamiento en gélidos campos de concentración. Tras su liberación, en 1942, se incorporó al ejército polaco del general Wladyslaw Anders, el que acabó combatiendo a los alemanes en la península itálica. Hizo de Italia su patria adoptiva, dedicándose a la escritura y al periodismo cultural. Contrajo matrimonio con una hija de Benedetto Croce, Lidia. Su obra más conocida es justamente Un mundo aparte, su crudo testimonio sobre el Gulag, publicado por primera vez en Londres (1951). A pesar de contar con el aval entusiasta de Albert Camus, Herling-Grudziński no halló editor para su libro en Francia: salvo excepciones, la intelectualidad francesa se cerraba en banda al pasado reciente de la URSS y a las señales de lo que ocurría tras el telón de acero. Recién en 1985 hubo una primera edición francesa, con prólogo de Jorge Semprún; con el terreno generosamente abonado por obras de denuncia como las de Alexander Solzhenitzyn, Józef Czapski, Evgenia Ginzburg y Varlam Shalámov, el testimonio de nuestro autor podía al fin contar con un público receptivo en la sociedad francesa, aunque fuese con tardanza. Un mundo aparte fue además publicado en Polonia y Rusia en 1990.

Según relata Herling-Grudziński, fue una reclusa de nombre Natalia Lvovna quien puso en sus manos un ejemplar añoso y raído del libro de Dostoievski, cuyas páginas capturaron enseguida su atención. Leído como en estado febril, robándole incluso horas al sueño, Memorias de la casa muerta le produjo una impresión que el polaco resume en las siguientes palabras: «Lo que Dostoievski tenía de estremecedor no era tanto su capacidad para describir el sufrimiento inhumano como si formara parte natural del destino humano, sino aquello que también había conmocionado a Natalia Lvovna: que entre ese destino esbozado por él y el nuestro no había existido nunca la más pequeña interrupción». ¿Es que habían dejado de regir las leyes del tiempo? ¿Estaba condenada Rusia a la inmutabilidad? El derrocamiento del zarismo no había encaminado al gigantesco país a un régimen de libertad y justicia, antes al contrario, Rusia se había convertido en una prisión ciclópea gobernada por un Estado policial; la revolución no había supuesto más que el salto del absolutismo monárquico al totalitarismo. Así pues, parecía no haber solución de continuidad en la historia rusa, como si su sino eterno fuera la opresión -y la de los pueblos vecinos sometidos a la férula del Estado ruso (cualquiera fuera su emblema: el águila bicéfala o la hoz y el martillo). Sobre el país pendía la amenaza intemporal del más cruel régimen penitenciario, con su sistemática y masiva degradación de la dignidad humana; un régimen que el estalinismo había llevado al paroxismo de la arbitrariedad y el encarnizamiento: el Gulag constituía para muchas de sus víctimas la condena a una muerte lenta y atroz.

También gravita el primer tema, el del “sufrimiento inhumano como parte del destino humano”. Precisamente, degradación del hombre y supervivencia son dos motivos constantes en el libro. Ya Dostoievski lo planteaba en su obra de referencia: «Denostado, degradado… ¡el hombre sobrevive! El hombre es un ser que se acostumbra a todo; ésa es, pienso, su mejor definición» (Memorias de la casa muerta, Cap. I). Dadas las anómalas circunstancias de los campos de concentración, la lucha por la supervivencia no era cosa baladí, suponía hacerse a condiciones de un rigor inimaginable y en la mayoría de los casos conllevaba el más profundo de los quebrantamientos morales. No parecía sino que todo hubiera sido concebido para inhibir los mejores impulsos del ser humano, suprimiendo incluso la solidaridad entre los reclusos. El hambre, el frío y el más extenuante trabajo forzado eran los azotes cotidianos, la sustancia misma de la rutina en el campo. La medida de la experiencia y de la capacidad de hacer llevadera la vida concentracionaria residía en el olvido de la vida normal, fuera del campo, un olvido que era una genuina técnica de supervivencia. No hay que engañarse: el acostumbramiento perfecto a la vida en el campo resultaba imposible, hubiese equivalido a un olvido total de sí mismo (de lo que se sentía, de lo que se pensaba y de lo que se era “allá fuera”). Sin embargo, asegura el autor, «se podía encontrar en los campos a hombres que, después de pasar varios años tras las alambradas, habían aprendido a atar corto sus recuerdos mejor incluso que sus reflejos primarios. Este acto instintivo de autodefensa se convertía a veces en una férrea autodisciplina que separaba el pasado del presente con una barrera infranqueable». En esta tesitura, la representación de la vida en el sistema concentracionario por Herling-Grudziński nos remite a aquella otra, cima en su género y a la que precedió en una década: Un día en la vida de Iván Denísovich, de Solzhenitzyn. Recordémoslo: al final de esta novela, el protagonista duerme satisfecho tras un día casi feliz, y eso que la jornada apenas había diferido de las demás; pero sí, había comido unas pocas gachás de más, había conseguido una pizca de tabaco y no lo habían enviado al calabozo.

No obstante la crudeza de su tema, Un mundo aparte es una obra que depara una lectura como las de la buena literatura, tan excelsa es su prosa y tan elevada su condición moral. Invaluable en su significación histórica, es un libro que hay que leer.

– Gustaw Herling-Grudziński, Un mundo aparte. Libros del Asteroide, Barcelona, 2012. 360 pp.

http://www.hislibris.com/un-mundo-aparte-gustaw-herling-grudzinski/

martes, 14 de abril de 2015

La ultima entrevista de Eduardo Galeano



La ultima entrevista de Eduardo Galeano con LA NACION


Hace menos de dos años, Eduardo Galeano daba la última entrevista a LA NACION. En ella, el escritor hacía un profundo análisis sobre la realidad latinoamericana y hasta daba su opinión sobre la supuesta "enemistad" entre argentinos y uruguayos. "Lamentablemente, una estupidez muy difundida", señalaba.

Cada tarde, Eduardo Galeano toma un café con Dios. Se acoda junto a una ventana del Brasilero (el bar que, a estas alturas, es algo así como su segundo hogar), respira hondo el aroma a madera y espera, paciente, que la radiante andaluza que sirve las mesas -Alba Marina de nombre, Dios de apellido- le traiga, entre sonrisas, bromas y elogios a su joven divinidad, el cafecito del día. "Son pocos los que se llaman Dios -cuenta, encantado con el juego, el escritor que tantas veces se peleó con esa otra presencia divina, la de los altares y los mandamientos-. Creo que en la Córdoba española, de donde ella viene, son sólo cinco."

No es tan raro que se lleve bien con Dios. La furia con la que ha escrito sobre lo religioso no es la de un ateo.

Fui muy creyente cuando era chico, muy místico. Y eso es como la borra en el fondo del vaso del vino, te queda para siempre. No es una cosa que se va; se transfigura, cambia de nombre. En el fondo, uno busca a Dios en los demás. O en la naturaleza, entendida como una bella energía del mundo, que es a la vez terrible y hermosa. ¿Dónde está aquel Dios que tuve de chico y un día se me cayó por un agujerito del bolsillo y nunca más lo encontré? Después supe que lo estaba llamando por otros nombres. Por eso la palabra Dios puede definir a la bella chica que nos trae estos cafés.

Y cómo no va a estar lo divino en un alba marina.

Claro. O en el crepúsculo. Cuando el sol se va y se echa a dormir en esa hamaca que es el horizonte, en la hora más bella del día. Muchas veces me pregunto cuán triste ha de ser morir y no verlo. Porque su capacidad de belleza te devuelve la fe en todo lo que puedas haberla lastimado o perdido. No hay ningún crepúsculo que se parezca a otro. Son todos diferentes, y en Montevideo somos tan afortunados que los tenemos delante. El sol cae ante nuestros ojos.


A los 72 años, Galeano habla como si pintara las palabras: la metáfora siempre a mano, un colorido y caudaloso fluir de imágenes que danza en su voz profunda, modulada, cautivante a conciencia. Son los mismos relatos que, en sus textos, pule con obsesión, decidido a limpiarlos hasta que de ellos no quede más que un núcleo puro y rotundo. El jovencito hambriento de mundo que a comienzos de los 60 ingresó al periodismo de la mano de la mítica Marcha, que luego dirigiría las no menos emblemáticas Crisis y Brecha y conocería también la violencia de los 70 y el desgarro del exilio, se convirtió, con el tiempo, en maestro del microrrelato, arqueólogo de la a veces esquiva poética de lo humano, ícono -lo es hoy- de una sensibilidad tan latinoamericana como universalista. Muchos de sus breves relatos han nacido en los apuntes que toma en minúsculas libretas, a veces sobre la misma mesa del Café Brasilero donde ahora charla con la Revista: una escenografía, la de este bar fundado en 1877, propuesta por el escritor con algo de elocuente presentación. "Soy hijo de los cafés -dirá-. Todo lo que sé se lo debo a ellos. Sobre todo el arte de narrar. Lo aprendí escuchando, en las mesas de los bares, a aquellos maravillosos narradores orales cuyos nombres ignoro, que contaban mentiras prodigiosas y las contaban de tan bella manera que todo lo que contaban volvía a ocurrir cada vez que ellos lo narraban. Soy hijo de esos cafés y de ese Montevideo donde había tiempo para perder el tiempo."

¿En su obra reemplazó aquellas mentiras por una búsqueda concienzuda de la verdad?

Bueno, la verdad única no existe. Nada más en las cabezas de los nostálgicos del estalinismo, el dogmatismo que te dice que hay una única manera de entender la política o la solidaridad humana. O los que creen que este sistema que el mundo está soportando es el único posible. Yo no comparto eso para nada, lo que busco es celebrar la diversidad. Aquellas mentiras eran arte en el sentido de que el arte siempre es una mentira que cuenta una verdad. Los fusilados de Goya siguen cayendo cada vez que alguien los ve. Yo busco hechos de la realidad para que la realidad me cuente cómo son las realidades que ella esconde. Porque así como el mundo esconde, o tiene en la barriga otros munditos posibles, así también cada realidad contiene otras realidades.

En la diversidad también puede haber muchos demonios. Para ponerles coto, ¿la respuesta sólo puede ser política?

La palabra política suele tener un sentido muy restrictivo, que a mí no me gusta ni un poquito. Creo que todos hacemos política todo el tiempo. En la vida cotidiana, aunque no lo sepas, estás todo el tiempo eligiendo entre la libertad y el miedo. Y eso de algún modo hace política. Aunque lo hagas en el mínimo, microscópico espacio de tu vida privada. A veces hay que aceptar, en lo que tiene de bueno, la pelea interior de los santos y los demonios. Una pelea sana, porque cada uno tiene su cielo y su infierno propio.

¿Cuáles son sus infiernos?

Tengo un cielo y un infierno. [sonríe] que se alimentan mutuamente. ¿Te imaginás qué sería de Dios sin el diablo, pobre? Se iría a un fondo de jubilados, tendría que retirarse. Es como imaginar a River sin Boca o a Boca sin River.

BUENO, SI UNO SE GUÍA POR SUS ESCRITOS, LA VERDAD CIENTÍFICA QUEDA BASTANTE RELATIVIZADA.

No quiero hablar de enfermedades porque da mala suerte, pero yo mismo he sobrevivido dos veces a una enfermedad grave. Y creo que esa es la prueba científica [imposta el tono de voz, acentúa sus palabras, contiene un breve asomo de risa] de que la yerba mala nunca muere. Yo soy la prueba científica de eso.

Entonces se ríe, francamente, con ganas. Risa de guerrero. Después, cuando la charla continúe entre las calles que van de la Ciudad Vieja a la Rambla, contará algunas cosas más. Que tanto cigarrillo. Que el cáncer, unos años atrás. Y recientemente, otra vez. No lo comenta como algo excepcional: parece, más bien, entenderlo como parte de una serie. La que comenzó el día en que, siendo un intenso adolescente de 19 años, emergió de la profundidad de un coma y descubrió que estaba vivo -destrozado, pero gozosamente vivo- en una cama del hospital Maciel (adonde había llegado tras ingerir barbitúricos, en un rapto de furia porque el don de la escritura parecía estarle negado). O aquel otro momento, años después, en que se miró el rostro devastado por el paludismo que había contraído en Venezuela y a cuyas feroces fiebres había logrado, casi milagrosamente, sobrevivir. "He renacido muchas veces -se explaya-. En realidad uno nace y muere muchas veces en la vida. Lo que pasa es que uno está reducido a ver la muerte como una especie de pasaje, una empresa de pompas fúnebres, que te saluda el chofer y te dice hasta luego. [se ríe, divertido consigo mismo]. Y no es así, en realidad uno se muere muchas veces, y renace otras tantas. Eso es lo que tiene de bueno el arte de vivir."

¿Cómo lidiar con el dolor cuando es un niño pequeño el que lo siente? Pienso en algo que cuenta en Días y noches de amor y de guerra.

Mi hija vino llorando, era muy chiquita, tenía 6 años. Yo la abracé, traté de consolarla. Mi hija Florencia. Al final me confesó que estaba llorando porque su mejor amiga de la escuela le había dicho que no la quería. Y en el libro pongo que le rogaba a Dios que me diera a mí todo el dolor que tenía reservado para ella [A Galeano se le oprime la voz. Las lágrimas que no derrama le incendian los ojos. Pero se recompone. Sigue]. Cuando te sentís ya cansado de todo, como descreído, ayuda saber que uno ha conocido gente que ayuda a creer en los demás, en la solidaridad, en las pasiones humanas. Que a veces son pasiones peligrosas, pero que vale la pena vivirlas. Yo era muy patialegre, como dicen en algunos lugares del interior argentino, siempre fui caminante. Caminé por todas partes, y eso me enseñó a vivir y a escribir.

PALABRAS VIAJERAS

"¡No lo puedo creer! ¡Es increíble! ¡Tengo todos sus libros!"

La chica irrumpe de pronto, pura emoción desbocada. Aborda a Galeano, no para de hablarle: "Sólo por usted me vine a vivir aquí, a Montevideo". La voz la delata: es mexicana. Está, no cabe duda, muy emocionada. Conocedora de los hábitos de su ídolo, merodeaba por la zona del Café Brasilero. Sólo un detalle se le pasó por alto: no lleva encima ningún volumen donde registrar el autógrafo del escritor.

"Es que esto es un acontecimiento -continúa, embelesada-. Tengo todos sus libros. Y los recomiendo."

Galeano sonríe y comenta: "Difundiendo el martirio..." Saca de un bolso una libretita, se la da: "Para que la llenes con tus pensamientos profundísimos. Acá te dibujo el cerdito, la prueba de autenticidad de mi firma. ¿Y cuál es tu nombre?"

"Daniela", contesta ella.

"Bueno, Daniela, te voy a hacer el chanchito y una flor pintada de rojo", dice mientras dibuja el hombre que dio sus primeros pasos en el mundo de la prensa no como periodista, sino como ilustrador. Y no lo olvida.

Daniela, en éxtasis, se queda un rato. Hablan de su país, de los viajes, de esa particular zona de creación entre el arte popular y el arte religioso: los retablos mexicanos. Galeano ya está armando un nuevo relato: "Vos sabés que el primer retablo que vi en México estaba en una iglesita en ruinas. Son obras de arte primitivo, pero arte. Me quedé deslumbrado; me explicaron que los retablos eran pagos de promesas. Me acerqué; era maravilloso, pero no me animé a robarlo. Será la infancia católica.Aunque el retablo no era muy santo que digamos. Porque decía: Gracias Virgen santísima porque cuando las tropas de Pancho Villa entraron a mi pueblo violaron a mi hermana y a mí no .

Estallido de risas. La fan mexicana lo abraza, lo besa. Lo vuelve a abrazar antes de partir con libreta, autógrafo y dibujito., sin todavía poder creer que todo haya realmente ocurrido.

¿Son frecuentes estos encuentros?

Sí. La gente es muy cariñosa. No sólo acá. Es verdad que también tengo enemigos, pero como decía Ambrose Bierce: "Quien no tiene enemigos, no merece tener amigos". Aunque lo cierto es que tengo muchísimos amigos. Además de la gente que se hace amiga leyendo las cosas que uno escribe. Se ve que las palabras se escapan de las páginas y tienen dedos y tocan al que lee. Te tocan, te acarician, te golpean a veces, te arañan.

Las de Galeano deben resultar bastante acariciadoras. Porque caminar con él por Montevideo obliga a hacer muchas paradas. A poco que Daniela haya quedado atrás, aparece un muchacho, uruguayo, papel y lapicera en mano, listo para pedir un autógrafo. Luego, una mujer. Y varias cuadras más allá, cerca de la Academia Nacional de Letras, un hombre lo reconoce y se acerca. Con cada uno de ellos el escritor habla, intercambia simpatías, les brinda atención, palabras, tiempo. "A mí la verdad que escribir me salva -confesará, luego-. Porque me permite salir fuera de mí. Eso me ayuda a vivir y a saltar por encima de algunos obstáculos que la vida te pone, que parecen insalvables."

¿CUÁLES?

Si los defino, te miento. Peor que mentir, si los defino los convierto en obstáculos estúpidos. Y no lo son. Pero resultan muy complejos para decirlos en una sola palabra. Al escribir, yo los pongo afuera. Es como si uno contuviera vidrios rotos en el alma, que te estuvieran lastimando. Todos tenemos algún vidrio roto en el alma, que lastima y hace sangrar, aunque sea un poquito. Entonces, al escribir, siento que puedo sacar un poco de esos vidrios fuera de mí. Al ponerlos en un papel, ya no me dañan. Ya no me hacen la vida imposible, sino que la multiplican, porque me permiten entenderme mejor con los demás. Porque cada uno tiene sus vidriecitos que duelen [sonríe un poco]. Creo que la literatura es comunicación o no es nada. No escribo para mí, escribo para comunicarme con otros, para llegar a otros que van a ser mis amigos, aunque no los conozca todavía.

Eduardo, ¿qué piensa de la supuesta enemistad entre argentinos y uruguayos?

Yo te contesto diciéndote que es una estupidez. Lamentablemente, una estupidez muy difundida. Pero no es sorprendente, porque la guerra vecinal es una especialidad latinoamericana. Hemos sido diseñados, como países, para odiarnos entre nosotros. Para ignorarnos, también. Es lo peor de la herencia colonial. Hay otras herencias coloniales, como la de la impotencia. Esa que te dice: "Nunca vas a poder, eso no se puede, nunca vas a ser capaz". La condena a ser espectadores de la historia hecha por otros, pero incapaces de hacerla con nuestras propias manos, nuestra propia cabeza, nuestro propio corazón. Con nuestras propias piernas que caminan.

Hay poca gente en la rambla montevideana. Falta un rato para que se ponga el sol, pero el atardecer ya se anuncia. Una luz blanda, apenas rosada, todavía protectora, envuelve al gran caminante, al admirador de los crepúsculos marinos. Cuenta que está embarcado en dos nuevos proyectos de libros. Que no duda en preparar las valijas, cuando toca presentar en el extranjero algunos de los ya editados. Comenta también que participará como asesor de una serie dedicada al fútbol, que se emitirá por el canal Encuentro. Es probable que, dentro de ese mismo ciclo, lo entreviste a Diego Maradona, quien -asegura- sólo aceptaría participar si el que lo interroga es el escritor uruguayo. Incansable, Galeano se deja acariciar por la suavidad de un sol que todavía no se deshace en llamaradas. En El libro de los abrazos supo contar que, vistos desde arriba, los seres humanos "somos un mar de fueguitos"; él mismo reluce como los más necesarios de esos fuegos: los que "arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende"..

http://www.lanacion.com.ar/1784034-la-ultima-entrevista-de-eduardo-galeano-con-la-nacion

jueves, 28 de agosto de 2014

Concluye con éxito la XI Feria Internacional del Libro en Guatemala 2014







Concluye con éxito la XI Feria Internacional del Libro en Guatemala



Más de 50 editoriales de 18 países expusieron libros que brindaron a lectores alternativas de títulos nacionales e internacionales, así como novedades literarias.


“Muchas personas vinieron a buscar autores nacionales”, explicó Brenda Monzón, presidenta de Filgua, quien manifestó su satisfacción por la respuesta obtenida este año, pues la feria estuvo a punto de no efectuarse, por falta de fondos.


“Esta Filgua se debió a los lectores. El desborde que se dio en las redes sociales por parte de los guatemaltecos cuando salió a luz que no se llevaría a cabo generó la presión para que esto sucediera. Eso también nos hace a nosotros tener el compromiso de mejorar”, expresó Monzón.



Varias editoriales se mostraron complacidas por el movimiento que se dio durante la feria. 


La mayoría consideró que este año sus ventas y afluencia de clientes mejoró en relación con años anteriores.


“La diversidad de editoriales, de títulos y de actividades nos permite abarcar todo tipo de público que viene buscando algo específico. Hubo algo para cada mercado”, refirió Monzón.

http://www.prensalibre.com/noticias/comunitario/concluye-exito-Filgua_0_1178882102.html




CIUDAD DE GUATEMALA - Gabriel Piloña, vicepresidente de la Gremial de Editores de Guatemala, dijo que Filgua es un espacio en el que convergen niños, jóvenes y adultos de todas las edades y estratos sociales y económicos, con diversidad de intereses, atraídos por una amplia gama de actividades culturales que la feria ofrece.


"Filgua no es un espacio exclusivo para exposición y venta de libros y novedades literarias, al contrario, como ya muchos saben, es un festival en el que la diversidad cultural lo enriquece", agregó Piloña.


Filgua, que este año llega a su 11 edición, ofrecerá cinco salones principales del recinto ferial, los cuales llevan nombres de destacados escritores y algunas personas que han promovido el hábito de la lectura en el país como Octavio Paz, Alaide Foppa, Julio Cortazar, Juan José Arévalo Bermejo y Bartalomé.




El programa de Filgua lleva registradas más de 300 actividades culturales, entre estas talleres, presentaciones de libros y lecturas.


Como todos los años, escritores nacionales y extranjeros también visitan la feria para compartir con los visitantes. En esta ocasión participo Gioconda Belli, de Nicaragua; Marcela Serrano, de Chile; Miguel Buezo, de El Salvador; y Carlos Rubio, de Costa Rica.


Mas de 134 stands con ofertas literarias muy variadas. Entre estos estará la representación de la editorial Hojas del Sur, que edita libros a autores nacionales en Argentina.









lunes, 11 de agosto de 2014






















DEL TROPICO  ( RUBEN DARIO - POETA NICARAGUENSE)

Qué alegre y fresca la mañanita!
Me agarra el aire por la nariz:
los perros ladran, un chico grita
y una muchacha gorda y bonita,
junto a una piedra, muele maíz.

Un mozo trae por un sendero
sus herramientas y su morral:
otro con caites y sin sombrero
busca una vaca con su ternero
para ordeñarla junto al corral.

Sonriendo a veces a la muchacha,
que de la piedra pasa al fogón,
un sabanero de buena facha,
casi en cuclillas afila el hacha
sobre una orilla del mollejón.

Por las colinas la luz se pierde
bajo el cielo claro y sin fin;
ahí el ganado las hojas muerde,
y hay en los tallos del pasto verde,
escarabajos de oro y carmín.

Sonando un cuerno corvo y sonoro,
pasa un vaquero, y a plena luz
vienen las vacas y un blanco toro,
con unas manchas color de oro
por la barriga y en el testuz.

Y la patrona, bate que bate,
me regocija con la ilusión
de una gran taza de chocolate,
que ha de pasarme por el gaznate
con la tostada y el requesón.





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